Urteko galdera

María Pilar Rodríguez / Profesora titular. Universidad de Deusto

12/10/2016

María Pilar Rodríguez / Profesora titular. Universidad de Deusto

Las humanidades cumplen un papel muy relevante; tal vez ahora más que nunca. Las humanidades y las artes nos enseñan a desarrollar el pensamiento crítico que rompe con la lógica de un sistema de desigualdad aparentemente inamovible. Proporcionan metodologías de análisis y de crítica para cuestionar nuestra experiencia de la precariedad ética del presente, anestesiada por la repetición de cifras, datos y situaciones de injusticia social. La enseñanza de modelos éticos de comportamiento y de actuación es fundamental en un momento en que la complejidad de realidad queda reducida a una lógica marcada por los mercados financieros y las políticas globales especulativas. Frente a esta lógica utilitaria orientada exclusivamente al beneficio y a la instrumentalización de los seres humanos, de los animales y de los objetos, las humanidades y las artes estimulan el pensamiento crítico y abren nuevos espacios para la experimentación, para salir del camino marcado y no temer a lo desconocido, para admitir el cambio y la transformación. Como educadores, necesitamos elaborar modelos pedagógicos éticos, que transmitan la necesidad de concebir un proyecto democrático global y que se alejen de la pretensión de neutralidad objetiva. En varias ocasiones he escrito artículos para mostrar cómo ciertos cineastas europeos reflejan la injusticia global en torno a los modelos de inmigración y rechazo a los refugiados de un modo eficaz en el que las imágenes nos conmueven y alteran la percepción distorsionada de fenómenos que los discursos políticos e institucionales promueven. Bajo estas premisas, el aparente divorcio entre la cultura humanística y la científica puede y debe ser, en realidad, una feliz unión. Entre los proyectos de tesis doctorales que dirijo destaca el de Miren Gutiérrez Almanzor, que acaba de terminar de elaborar un magnífico estudio sobre cómo los big data pueden estar al servicio del activismo social desde un nuevo tipo de periodismo que aprovecha las innovaciones científicas y técnicas para facilitar la percepción de la desigualdad y la injusticia social. Otros estudios investigan la necesidad de incrementar el conocimiento de técnicas matemáticas y estadísticas en estudiantes de comunicación y de periodismo para facilitar el acceso a una elaboración de informaciones y reportajes que no dependa exclusivamente de las cifras, datos y versiones transmitidas por los gobiernos y las agencias de prensa. No son más que algunos ejemplos significativos de un proceso que ha de partir de la educación infantil y desarrollarse transversalmente a lo largo de todas las etapas de nuestros modelos educativos. Si la conciencia crítica que permite desvelar los modelos sociales, mediáticos y políticos que perpetúan las desigualdades y adormecen e inmovilizan nuestra capacidad de reacción se desarrolla desde edades tempranas, tal conciencia crítica se aplicará a cualquier proyecto en el que los futuros estudiantes desarrollen su actividad, bien sea en el campo más próximo a las humanidades y a las artes, o bien en el terreno científico o en cualquier otro campo del mundo laboral. La capacidad de desarrollar el pensamiento crítico e interdisciplinar y de mantener la mente abierta ante lo diferente y lo desconocido, la práctica de formular preguntas y de cuestionar las versiones establecidas y la curiosidad permanente para abrir nuevas vías para aplicar el conocimiento a la transformación social son prácticas que deben incorporarse a la educación en todos los niveles. La brecha entre la cultura humanística y la científica se difumina y se borra desde una perspectiva que aspira a construir modelos de aprendizaje y de prácticas laborales que aprovechen las enseñanzas basadas en la transformación social que se orientan a un modelo de convivencia más ético y equilibrado.
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