En Entre cavernas señala que “Las revoluciones tecnológicas no solo transforman las sociedades y los modos de vida, también los sistemas de valores”. ¿Qué implica este cambio de valores? ¿Se trata de una nueva ética?
Bueno, yo no suelo hablar de ética, creo que el término ética no se puede usar, es extremadamente impreciso, polívoco. Habría que hablar en todo caso de éticas en plural porque hay varias, no una sola, hay que renunciar a la idea de que hay una ética común universal para todos los seres humanos. Por eso prefiero hablar de valores. Valores se utiliza en plural, se habla de sistemas de valores.
Esta transformación del mundo, que es muy cierta, se manifiesta en particular, desde mi punto de vista, sobre todo cuando aparecen nuevos valores. Era Max Weber quien decía eso, el politeísmo de Max Weber, los cambios de valores o la transvaloración de los valores de Nietzsche, o dicho en términos de Sánchez Ferlosio: “Mientras los dioses no han cambiado, no ha cambiado nada”. Para mí el cambio de valores es como el cambio de dioses, de divinidades en sentido laico del término, y por lo tanto hay que prestar atención a esa transformación tecnológica qué valores cambia. Y los cambios son radicales en las últimas décadas del siglo XX y principios del XXI.
Mencionaré tres tipos de nuevos valores que han surgido en las últimas décadas. Primero, los valores ecológicos. Han adquirido un desarrollo, un nivel de aceptación muy grande. No existían hace 50-60 años: el término sostenibilidad no existía, el término “responsabilidad” para las siguientes generaciones de Hans Jonas no existía, y esa sensibilidad con respecto al medio ambiente, a la biodiversidad, etc. si existía era en ámbitos completamente minoritarios. El auge de los valores ecológicos es uno de los grandes cambios claramente positivo desde mi punto de vista.
Un segundo valor muy importante, del cual yo me ocupo a fondo últimamente, es el de innovación. La innovación tradicionalmente era negativa: históricamente siempre ha sido rechazada, se ha considerado peligrosa, revolucionaria, alteraba el orden, rompía las leyes, etc., ser innovador era ser rompedor, y efectivamente así es, mientras que ahora parece que la innovación debe formar parte de la cultura. La irrupción de este nuevo valor a mí me parece muy, muy relevante, en particular la innovación tecnológica, pero no sólo la tecnológica.
Y por mencionar un tercer valor muy relevante nuevo: la visibilidad. Hoy en día es algo terrible... Si no se visibiliza en las redes, en los medios de comunicación, etc. y esto afecta a los empresarios, a las instituciones, a los políticos, a los deportistas, a todo el mundo. En realidad da la impresión de que actuamos para escenificar para otro escenario (de esto trato en Entre cavernas). El mundo “real” está hecho para representar lo que unos hacemos pero en otra caverna, en la caverna mediática, en la caverna digital, en la caverna visual.
¿Éticamente, pensar todo esto? Yo creo que lo que hay que hacer es estudiar los conflictos de valores y analizar la posible composición o los modos de conjugar los conflictos entre los valores. Más no se puede hacer. No hay un sistema de valores predominante que rija sobre los demás tipos de valores y entonces los conflictos de valores forman parte del mundo contemporáneo. Seguirá siendo así y lo más que se puede es, en ámbitos parciales, locales, regionales, incluso europeos, por ejemplo, llegar a compartir valores. Esta sería la forma de racionalidad que yo propugno. “No hay un sistema de valores predominante que rija sobre los demás tipos de valores y entonces los conflictos de valores forman parte del mundo contemporáneo”.
Parece como si el conocimiento y el dominio del mundo material haya tenido una progresión muy superior a nuestra capacidad de comprensión y de gestión de los asuntos humanos y sociales.
Yo creo que la capacidad de gestión de los asuntos humanos y sociales ha crecido enormemente en las últimas décadas. Por lo tanto, yo a esto no lo llamo sabiduría sino “tecnociencia”, sin más. Es decir, cuando hablamos de tecnologías estamos pensando siempre en tecnologías referidas a la naturaleza, que transforman la naturaleza. Yo insisto mucho en que las tecnociencias —que es el término que yo utilizo— no sólo transforman la naturaleza sino que transforman la sociedad y transforman a las personas. Hasta tal punto que suelo hablar de “tecnosociedades”, de “tecnohumanos” o “tecnopersonas”. Es decir, que las tecnologías no sólo han transformado la naturaleza sino que han transformado a las personas, a las comunidades, las han hecho comunidades tecnológicas, sociedades tecnológicas, personas tecnológicas, somos ya un híbrido con las tecnologías. Y dado que las tecnologías de la información y la comunicación son tecnologías de control y de seguimiento de lo que los agentes hacen, la capacidad de control tecnológico de lo que las personas hacemos ha aumentado enormemente. Quiero decir con ello que quienes dominan esas tecnologías, los “señores de las redes”, los “señores de la nube” tienen una capacidad de control y de gestión enorme sobre las personas, sobre los seres humanos. Yo a esto lo llamo “tecnociencias sociales”, “tecnociencias humanas” y es importante contrastar las tecnosociedades y no sólo la naturaleza transformada tecnológicamente.
Pero por ir a la naturaleza transformada tecnológicamente: ahí ha habido otra gran novedad, enorme, importantísima, y es que por “Naturaleza” hemos entendido siempre la naturaleza a escala media, la naturaleza que es accesible a nuestros órganos sensibles (la biosfera, los paisajes, lo que está entorno a nosotros, el campo, el mar, los ríos, etc.). Los científicos, las tecnologías, los tecnocientíficos a finales del siglo XX han descubierto otra escala, otro nivel de la naturaleza que son los nanocosmos, la nanonaturaleza. Se ha descubierto que la naturaleza existe a una escala mucho más pequeña de la que nuestros órganos perceptivos detectan, por lo tanto hay una naturaleza que nosotros no vemos pero que la tecnología sí (las nanotecnologías, las nanociencias). El descubrimiento de esta escala de la naturaleza es uno de los grandes acontecimientos de la historia de la humanidad sin duda que se ha producido en la última década del siglo XX y su desarrollo a lo largo del siglo XXI está siendo gigantesco y monumental.
Es importante lo que suceda a escala mesocósmica con el planeta, con la biosfera, y todos los ecologistas están preocupadísimos por eso, y son muy activos y está bien que lo sean. Pero sin embargo el problema real, el auténtico, el fundamental, es qué está sucediendo con la naturaleza a escala nano. Esa naturaleza está en nuestro cuerpo y ese es el gran desafío que se plantea: la transformación tecnológica de la naturaleza pero entendiendo por naturaleza nuestro propio cuerpo, y ya no el medio ambiente sino nuestro “intracuerpo” por así decirlo.
Se habla de que la imagen telemática está provocando una demolición progresiva del lenguaje verbal, con el paso de una inteligencia secuencial a un tipo de inteligencia simultánea. ¿Comparte este diagnóstico?
En el fondo no comparto ese diagnóstico. Yo entiendo que ha surgido un nuevo lenguaje, que es el lenguaje digital, el lenguaje de ceros y unos, un lenguaje que no es un lenguaje hablado, sino que es un lenguaje... el de las máquinas, el “lenguaje máquina” como se dice habitualmente. Ese lenguaje, que es un lenguaje matemático, informático o computacional, es capaz de reducir los distintos sistemas de signos a dígitos, a ceros y unos: el lenguaje hablado, también las imágenes, también las sensaciones de otros sentidos, las sensaciones táctiles, las sensaciones olfativas, las sensaciones gustativas. Y es capaz de reducir a ceros y unos el movimiento, que eso es notable: que haya un lenguaje que sea capaz de reproducir el movimiento, que es lo que es el paso de la televisión analógica a la digital o la digitalización en general de las imágenes, pues eso es un cambio radical. Entonces, la gran transformación que ha habido por efecto de las TICs (Tecnologías de la Información y Comunicación), es la digitalización del mundo.
Dicho esto, la digitalización es secuencial, siempre. O sea los programas informáticos son todos ellos secuenciales. Eso no obsta para que luego lo que se nos presenta a través de las pantallas sea visual, y sea percepción simultánea. Por lo tanto, yo hablaría de una percepción simultánea pero de una inteligencia secuencial. La inteligencia de los lenguajes de programación sigue siendo secuencial como es la inteligencia del logos, de la palabra, del verbo, etc. que efectivamente es secuencial (la linealidad del significante, como decía De Saussure).
Quiero decir con ello que el ser humano, por efecto de su adaptación al mundo digital, ha desarrollado nuevas capacidades perceptivas y de acción muy orientadas a la imagen. Eso no implica que hayan desaparecido las capacidades que tenemos los seres humanos en relación a la producción verbal, la producción secuencial del lenguaje de los discursos (los libros no han desaparecido, la palabra no ha desaparecido), lo que ha surgido es una nueva capacidad, eso sí que se está desarrollando enormemente. Esta capacidad para captar imágenes, para dar saltos de imágenes a otras la tienen los nativos digitales y no la tienen quienes no somos nativos digitales.
Es decir, soy muy partidario de pensar en el ser humano como una enorme acumulación de capacidades cognitivas, algunas de las cuales pasan a ser en un momento dado mucho más potentes, destacadas y predominantes que otras pero sin desaparición de las anteriores, porque todo ese background profundo que tenemos en nuestro ADN por así decirlo, eso no va a desaparecer, independientemente de que lo espectacular de la visualización en el desarrollo de las técnicas y de las capacidades visuales es tan enorme que da la impresión de que está surgiendo un nuevo ser humano. Yo pienso que está surgiendo un ser humano expandido, con nuevas capacidades. “El ser humano, por efecto de su adaptación al mundo digital, ha desarrollado nuevas capacidades perceptivas y de acción muy orientadas a la imagen”.
Mientras en la adaptación biológica la función crea el órgano, por el contrario los artefactos tecnológicos son creadores de necesidades que llegan a provocarnos pujos casi tan naturales y apremiantes como los orgánicos. ¿Es este un caso de construcción biocultural? ¿Hasta dónde podría llegar?
Para responder a esta pregunta voy a citar a José Ortega y Gasset y su Meditación de la técnica. Dice que la técnica es constitutiva, consustancial del ser humano, y que el ser humano se diferencia de los animales por ser técnico. El lenguaje no es más que una técnica porque la capacidad de hablar es una técnica para manejar los sonidos, en lugar de gritar o de hacer señales, o de cantar, de trinar como hacen los pájaros, esa capacidad de emitir sonidos los seres humanos la hemos desarrollado muchísimo más que ellos y hemos desarrollado una técnica de comunicación que incluye ya contenidos, que es capaz de transmitir contenidos y significados. Cosa que en general otros animales no tienen, aunque sí tienen la capacidad de comunicarse. La capacidad de comunicarse está mucho más desarrollada en la especie humana y precisamente por eso el ser humano es un animal técnico, pero no sólo en el sentido lingüístico o del logos, de la racionalidad, de la razón, sino también en el sentido de la cocina, de la capacidad de arar, de cuidar los vegetales, de cuidar animales, etc. Es decir, hay una serie de técnicas que son las que constituyen al ser humano y no una sola, no sólo el lenguaje sino un conjunto de técnicas. Esta es un poco la idea de Ortega y Gasset en su Meditación de la técnica, y por lo tanto para él la técnica es consustancial al ser humano.
Dicho esto. Hoy en día, en cambio, ya hablamos de tecnologías, no sólo de técnicas, y hay una tendencia muy fuerte a pensar que son las tecnologías las que a nosotros nos dominan: es lo que se llama determinismo tecnológico. Diríamos que es la tecnología la que genera las necesidades. No. Es como si yo dijera, referido a tecnologías muy habituales, la ducha, por ejemplo: ¿acaso es la ducha la que me genera la necesidad de ducharme? No. Es una necesidad cultural posibilitada y facilitada por la ducha pero es una necesidad cultural. Igualmente podría poner el ejemplo de cualquier otra tecnología de las habituales, no de las nuevas tecnologías sino de las habituales.
Por tanto, no hay determinismo tecnológico, somos los seres humanos los que construimos los sistemas tecnológicos en nuestro entorno: y nuestro entorno siempre está tecnologizado, más o menos tecnologizado pero siempre lo está. Entonces, hoy en día está tecnologizado por un nuevo sistema tecnológico, que son las tecnologías de la información y la comunicación. Efectivamente, ese sistema tecnológico nuevo genera nuevas necesidades.
Entonces, dicho en términos más filosóficos diría que las tecnologías efectivamente generan nuevas necesidades pero sin determinismo. No las determinan sino que las generan. Es una tesis tecnocultural y no biocultural. Eso no quiere decir que en la naturaleza no haya procesos de generación de nuevas necesidades de la propia naturaleza. Sin duda. La tecnología funciona para los seres humanos como la adaptación al medio funciona para los animales y para los seres vivos. O sea, nosotros los seres humanos nos hemos adaptado al medio natural, hoy en día estamos en un medio tecnológico, nos adaptamos al medio tecnológico y ese medio tecnológico tiene necesidades nuevas, distintas de las que tiene el medio biológico, el medio natural.
Es decir, diríamos que hay saltos cualitativos desde las necesidades bioculturales a las tecnoculturales pero en el fondo también hay un vínculo. Yo no rompo entre los procesos de adaptación a la naturaleza y los procesos de adaptación a la ciudad, al mundo digital o al mundo tecnológico.
En biología se habla de “exaptación” para definir al proceso por el que una característica biológica evoluciona desde una función original hacia otra función distinta. ¿Podría aplicarse también a los procesos tecnológicos?
La verdad es que no conozco ese término así que no puedo hablar de ello, pero sí es cierto que hay un paralelismo o por lo menos una vinculación fuerte entre los procesos de innovación que se producen en medio natural, o sea por mutación y por adaptación al medio ambiente, y los procesos de transformación, de cambio que se producen en el medio tecnológico, en el medio urbano.
Es decir, que el cerebro humano en particular es tremendamente plástico, su capacidad de adaptación es gigantesca y lo mismo se adapta al medio natural como a un medio urbano, como a un medio digital o a un medio tecnológico. Por lo tanto hay un paralelismo, una vinculación fuerte entre los tres tipos de proceso de adaptación.
El término este de la “exaptación” por lo tanto puede tener sentido el aplicarlo... Pero sí distingo entre los procesos bioculturales, los socioculturales, y los tecnoculturales. “El cerebro humano en particular es tremendamente plástico, su capacidad de adaptación es gigantesca y lo mismo se adapta al medio natural como a un medio urbano, como a un medio digital o a un medio tecnológico”.
Tal como hoy lo conocemos, el tercer entorno es audiovisual pero se apunta a que llegará a ser plurisensorial. ¿Estaríamos ante un nuevo orden de los sentidos? ¿Utopía o distopía?
Bueno, el ser humano en el siglo XXI se confronta con tres entornos, tres mundos que son: el primero, el mundo natural, la naturaleza, el mundo biológico; el segundo es el mundo urbano, las casas, las ciudades, etc.; y el tercero es el mundo tecnológico, el mundo digital. Los tres mundos están vinculados entre sí y se influyen mutuamente. Así veo yo el mundo actual, el mundo contemporáneo.
Y el tercer entorno es el nuevo, no digo que no existiera anteriormente pero en cualquier caso su desarrollo es gigantesco y monumental. Ese tercer entorno o mundo digital hasta ahora ha sido bisensorial, ha sido fundamentalmente audiovisual, y hasta ahora sólo hemos hablado de imágenes y de discurso. Pero ahora, bueno, desde hace ya unos 15-20 años, los cinco sentidos están digitalizados: las sensaciones gustativas, las táctiles y también las olfativas son perfectamente digitalizables y uno puede mandar a través de Internet un ramo de rosas, un aroma. Estas son las “ciencias tecnosensoriales” en mi terminología. Lo que no se ha hecho es lanzar al mercado masivamente las sensaciones táctiles, ni las olfativas, ni las gustativas. Se puede hacer pero a nivel experimental, a nivel de prototipo tecnológico.
¿Qué sucederá cuando esto suceda masivamente, si llega a suceder? ¿Será una utopía o una distopía? Pues depende en base a qué valores se lancen. Si pienso en el mundo de las drogas, por poner un ejemplo: la capacidad de sentir sensaciones táctiles artificialmente creadas, tocarse a distancia, interactuar táctilmente a distancia... eso tiene unas consecuencias absolutamente impresionantes. Por lo tanto, la pentasensorialización del tercer entorno es algo muy problemático, que generará un gran negocio en determinados sectores de las interrelaciones humanas pero que habrá que ver en base a qué valores se desarrolla, y por lo tanto un control social de los cinco sentidos digitales yo desde luego sería lo que preconizaría.
Y por último diría que los seres humanos, según las investigaciones en neurociencias muestran, que tenemos más de cinco sentidos, porque tenemos los sentidos internos: la propiocepción. La propiocepción es el sentido del equilibrio o el sentido que nos permite detectar cerebralmente si nos duele algo, o si tenemos una molestia o no. En la medida en la cual, efectivamente, las tecnologías de la información y la comunicación, la digitalización se introduzca dentro de nuestro cuerpo, que ese es el futuro —la tecnologización de la naturaleza humana, del cuerpo humano, el tecnocuerpo—, en la medida en que tengamos sensores y emisores y generemos artificialmente sensaciones de nuestro propio cuerpo, de bienestar y de malestar... esto son palabras mayores. Como herramienta para la tortura, por ejemplo, sería terrorífica, terrorífica... sin dejar rastro... absolutamente terrorífica... y no digo yo que no la haya.
En el momento en que entramos no ya en los cinco sentidos externos sino en los sentidos internos del ser humano y su tecnologización... entonces hay que palparse la ropa, en el sentido literal del término, para ver si la ropa es auténtica porque puede ser una ficción de ropa. Es decir, la capacidad de generar ficciones táctiles, olfativas o ficciones también de dolores o placeres que no se producen en realidad pero que sin embargo nuestro cerebro detecta —este es uno de los temas de mi libro Entre cavernas—,es un desafío de gran envergadura, pero es un desafío que nos toca a nosotros mismos, a nuestro cuerpo, a nuestra mente, a nuestro cerebro, ya no estamos hablando de la naturaleza en el sentido de medioambiente sino entendida como nuestro propio cuerpo, que es physis, que es fisiológico también. “Los usuarios del sistema educativo tienen que estar en el diseño del nuevo modelo educativo”.
¿Qué modelo educativo necesitamos para eliminar el divorcio actual entre la cultura humanística y la científica?
Yo lo primero que diría es que se necesita un modelo de aprendizaje: hay que dar el salto de la educación al aprendizaje.
En segundo lugar diría que los procesos de aprendizaje no sólo se desarrollan en la escuela sino también en la familia y, por lo tanto, lo que es el aprendizaje, a leer, a hablar, la afición a la lectura, sin duda hay que impulsarlos también en las escuelas, pero es en la familia —en el sentido amplio de la palabra— y su entorno donde se han de incentivar las capacidades que los seres humanos tienen. Los seres humanos tenemos muchas capacidades que se desarrollan o no y eso requiere estímulo, incentivarlas. Los procesos de aprendizaje no sólo hay que incentivarlos en las escuelas sino también en las casas, en los ámbitos domésticos.
En tercer lugar diría que los procesos de aprendizaje se incentivan y se desarrollan enormemente hoy en día desde la nube o desde la televisión. Es bien sabido que la publicidad es devastadora, la publicidad solo a través de la televisión ya es un agente educativo importantísimo, tan fuerte o más fuerte todavía que la escuela y la familia, y por lo tanto hay que prestar atención a este agente educativo, de instrucción, porque la publicidad subliminal da órdenes, son tecnociencias sociales extremadamente sofisticadas y desarrolladas, poderosísimas, y que producen efectos devastadores... En el ámbito de la política, por ejemplo, en donde partidos políticos que han podido hacer lo que sea y sin embargo la gente les sigue votando, ¿por qué?, porque la publicidad es poderosísima. Naomi Klein dice que estamos en la era del marketing, y desde luego es una tesis muy audaz por su parte pero en cualquier caso hay que prestarle una gran atención a lo que es el marketing en tanto que educativo, en el sentido de que desarrolla nuevas necesidades mentales, nuevas aficiones y nuevos intereses.
Por último añadiría un cuarto agente que tiene que integrarse en el modelo educativo como aprendizaje, que es el que se produce por la socialización en el tercer entorno, o sea las redes sociales. Los chicos y las chicas, también las personas mayores, aprenden entre ellos. Y es así, todo el mundo hemos aprendido haciendo, mediante la práctica, no sólo se educa transmitiendo conocimiento. Learning by doing, aprender haciendo, aprender oyendo, aprender practicando: esta modalidad es la más relevante quizá, a mi entender, porque es la que suscita mayor confianza, mayor credibilidad entre ellos, es una cuestión generacional, para los chicos y las chicas vale más lo que aprenden ellos por ellos mismos, interactuando entre sí, que lo que les transmiten los mayores o la publicidad o la escuela. Por tanto, esto es lo que se llama el aprendizaje 2.0 por así decirlo, y hay que introducirlo en los modelos educativos. Hoy en día los propios usuarios de las tecnologías aprender a usar (learning by using), por lo que los usuarios son un agente fundamental, no se puede ir a una reforma del sistema educativo en el sentido del aprendizaje sin contar con los usuarios. O sea, los usuarios del sistema educativo tienen que estar en el diseño del nuevo modelo educativo por el cual se opte y esta sería mi propuesta final para la pregunta del año [Urteko galdera 2016, de Eusko Ikaskuntza]. Javier Echeverria Ezponda (Pamplona, 1948) Catedrático de Filosofía e investigador de Ikerbasque de la Fundación Vasca de Ciencia (Ikerbasque), adscrito a la Universidad del País Vasco UPV/EHU (Departamento de Sociología II). Sus principales campos de investigación son la filosofía de la ciencia y la tecnología; los sistemas de valores en la ciencia; las relaciones entre ciencia, tecnología y sociedad; las nuevas tecnologías de la información y la comunicación; la innovación. Ha recibido importantes galardones, como: - Premio Anagrama de Ensayo por Cosmopolitas domésticos (1995) - Premio Euskadi de Investigación (1997) - Premio Nacional de Ensayo del Ministerio de Cultura por Los Señores del Aire: Telépolis y el Tercer Entorno (2000) Uno de sus últimos libros lleva por título Entre cavernas: de Platón al cerebro pasando por Internet (2015). Es miembro de la International Academy of the Philosophy of Science, y vicepresidente de la Sociedad Española Leibniz.